miércoles, 15 de julio de 2009

Mamá hoy ya soy mayor

Cuando tenía 16 años, aun me quedaba un diente de leche y entonces vi una película que como seguía siendo muy inocente me marcó. El caso es que un pequeñajo en el momento que se le caía el último diente de leche perdía la inocencia y la fantasía, me pareció taaaaan triste y además por supuesto, empecé a tener miedo de que se me cayera el último diente de leche.

A los niños se nos enseña a ser mayores: Se acabaron los cuentos, se acabaron los juegos, se acabaron los muñecos, se acabó el inventar fantasías...
Porque claro nos tenemos que hacer mayores y las niñas tenemos que empezar a maquillarnos e irnos de botellón, y somos muy responsables sacándonos una carrera, teniendo un trabajo, comprando una casa y montando una familia. Las conversaciones pasan a ser bucles de lo que es políticamente correcto. Todo eso que nos enseñan en los cuentos sobre la empatía, la belleza interior y que siempre ganarán los buenos y justos hay que dejarlo atrás.

¿Y qué pasa si un día decides por ejemplo ser un perro y ponerte a cuatro patas y ladrarle a la gente? ¿Por qué no? Parece un juego divertido, evidentemente todo el mundo te mirará mal, aunque en mi propia opinión creo que mereció la pena.

Muchas veces nos quedamos con ganas de decir y hacer cosas, porque no es lo que está preestablecido socialmente. Tememos que nos miren mal, que un comentario nos pueda arruinar las amistades o la carrera. Es cierto que hay gente que está tan metida que sería incapaz nunca de salir de su bucle y que trata de evitar a la gente así que le descuadra, pero de vez en cuando podrías encontrar a alguien que supiese entenderte y que incluso que se alegraría de ver que hay alguien que también quiere decir o hacer algo diferente. Aunque solo fuera una de cada mil, ¿hasta qué punto crees que merece la pena buscar a esa persona?

Yo no sé si he tenido mucha suerte o como decidí que nunca me desharía de aquel diente siempre he sido muy inocente. Pero a mí si me ha valido la pena, no tengo grandes pandillas, pero tengo gente muy especial por toda España que ha pasado la barrera de lo social y que somos felices pudiendo expresarnos con libertad y jugando a cantar a los pollos. No tengo una carrera, ni mucho dinero, ni si quiera mucha cultura, pero soy feliz. Tengo una familia que canta a los pollos conmigo y unos amigos que les encanta que les regale pollitos del apocalipsis para Navidad.

Si eres feliz dentro de tu bucle entonces bien, pero si no lo eres y te sientes cohartado, ¿por qué no te planteas las cosas de otra manera? Existe más gente como tú. No es ningún síndrome de Peter Pan. Solo somos libres.

2 comentarios:

  1. Muy bien... completamente de acuerdo.

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  2. Pues sí. Has dado en el clavo: una cosa es que seas feliz llevando una vida que otros podemos calificar de aburrida... y otra que lleves una doble vida, la que te gustaría llevar, y la que te sientes obligado a llevar para que otra gente te valore.

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