sábado, 4 de diciembre de 2010

Chantaje aéreo

Son unos chantajistas. Unos insolidarios. Y unos sinvergüenzas. Esta vez han organizado la huelga a traición. En el preciso momento en que empezaba uno de los puentes más deseados por los españoles. Unas fiestas en las que muchos se han rascado el bolsillo, dolorido por la crisis, para poder desconectar unos días. Olvidarse hasta el miércoles de que están en el paro, o a punto de cerrar. Aprovechar para ver a la familia, que está en la otra punta de España, o que se quedó al otro lado del mar cuando ellos tuvieron que venirse aquí a trabajar.

Son unos cobardes, que no se atreven a decir que están en huelga, y dicen que de repente se han sentido indispuestos. Que les duele la cabeza o tienen angustia. Todos a la vez. Y se van al hotel de al lado, pasando por delante de cientos de miles de personas llenas de rabia, de tristeza, de incertidumbre, de angustia en este caso real.

Muchos de ellos cobran más de cincuenta millones de pesetas al año, pero todavía quieren más. Y para que no les toquen su cochino salario, son capaces de hundir a más de medio millón de personas. Sin querer darse cuenta de que hay cosas muchísimo más importantes que su maldito convenio.

Todos los españoles, todos los inmigrantes que conviven con nosotros, que están en el paro, el cuarenta por ciento de ellos viviendo en hogares donde nadie trabaja... que lo darían todo por tener un puesto de trabajo al que acudir... mientras un grupo de sinvergüenzas se levanta de sus asientos cada vez que hay vacaciones, sabiendo que no les van a echar a la calle, porque son caros de despedir y difíciles de reemplazar...

Todos los mileuristas, que se matan a trabajar en el campo, en las pocas obras que quedan, en una oficina cutre, en las fábricas que van despidiendo gente... que a lo mejor llevan años y años soñando con que les suban cien euros al mes, mientras los golfos más antiguos alcanzan los cien millones de pesetas al año...

Todos los empresarios que no hacían puente, los comerciales para quienes este fin de semana es laborable; que se iban a Europa o América a cerrar algún negocio, sabiendo que al otro lado se iban a encontrar a una sociedad recelosa con nuestra economía y nuestra seriedad como país... un país que está en dificultades reales, porque los europeos -con razón o sin ella- no se fían de nosotros. Y aún encima, esto, para que se fíen todavía más...

Todos los hosteleros, los que trabajan en restaurantes, bares, agencias de viaje, hoteles, pensiones, estaciones de esquí, los pequeños comercios, los taxistas, los feriantes... que esperaban a los miles de viajeros que iban a venir a gastarse las perras en nuestros lugares turísticos, y que ahora están atrapados, como rehenes, en los aeropuertos de España... o que todavía están en sus países, tratando de cambiar su billete hacia otros destinos similares, como Italia, Grecia, Francia o Portugal... y que no volverán a apostar más por España, porque han visto que en cualquier momento una docena de sinvergüenzas les puede amargar las vacaciones...

Todos aquellos que ayer tuvieron que coger un volante y echarse a la carretera, de noche, cansados de esperar que se reanudasen los vuelos, enfadados, hartos, impacientes... es decir, en las peores condiciones de ánimo para coger el coche y hacer por carretera el viaje que pensaban hacer por vía aérea; multiplicando el número de desplazamientos -y por tanto, de accidentes de tráfico- en unas vías castigadas por el temporal de frío y nieve...

...o los que anoche estábamos en casa, sin intención de ir a ningún sitio, porque no tenemos puente o porque nos apetecía quedarnos en nuestros hogares; pero que hemos sentido el dolor, la rabia y la impotencia de los que, una vez más, han visto cómo se les estropeaban las vacaciones por una huelga hecha a traición, sin aviso, para hacer daño.

A todos nos ha perjudicado, de una manera gravísima, la actuación de los controladores aéreos. Y esto no se puede consentir.

Por una vez, parece que el Gobierno está actuando con firmeza. Después de horas de caos, y por orden del Consejo de Ministros, anoche todos estos grandísimos insolidarios recibieron una llamada telefónica que les puso firmes de inmediato.

- A partir de ahora está usted a las órdenes del Ejército. O viene a currar cagando leches, o le van a caer varios años de cárcel por sedición.

Muchos ya están volviendo, aunque regresar a la normalidad no es fácil. Para hundir a un país, sólo hace falta que unos cuantos hijos de la gran huelga se levanten de sus sillones al mismo tiempo; para que vuelva a ponerse en marcha hace falta mucho más. Lo suficiente para haber arruinado el puente de la Constitución.

Ojo; vamos a romper una lanza en favor de los trabajadores serios. Habrá más de un controlador a quien se le caerá la cara de vergüenza viendo el espectáculo que montan cada vez que saben que van a hacer daño. Vamos, digo yo... aunque, curiosamente, nunca hemos visto a ningún controlador afeándole su conducta a sus compañeros.

La razón de este chantaje que se repite todas las vacaciones, quizás esté en una de las frases que he escrito en un párrafo anterior: no les van a echar a la calle, porque son caros de despedir y difíciles de reemplazar.

Lo primero se puede resolver; aunque nuestra economía no está para muchos gastos, a medio plazo siempre será mucho más barato echar a un centenar de golfos a la maldita calle, que dejar de perder miles de millones de euros cada vez que hay vacaciones.

Lo segundo... ahí está el Gobierno, para fomentar el reemplazo de los chantajistas, a base de despidos oportunos y cursos de formación. Se trata de que las torres de control se vayan limpiando de gentuza y se llenen de currantes sensatos, con ganas de trabajar. Y más baratos. Porque la misma responsabilidad que ellos, la tienen, por ejemplo, los maquinistas del AVE o del Talgo. El fallo de un controlador aéreo puede provocar varios centenares de muertos; los mismos que puede causar el conductor de un camión grande de butano, como se le vaya el volante dentro de un túnel cuando hay tráfico. Y no sé si habrá muchos camioneros que cobren cien millones de pesetas al año.

En definitiva; como a los golfos ya no hay quien les meta en vereda, lo deseable sería que la plantilla se fuera renovando. Y si se puede demostrar que el motivo de la baja es fraudulento, que se vayan a la calle sin paro y sin indemnización. Despido procedente: es lo que nos harían a ustedes y a mí nuestros jefes, si una tarde nos largásemos del trabajo sin motivo, y dejándolo todo empantanado. En el mundo laboral, no puedes levantarte de la mesa e irte a descansar a un hotel cada vez que tu jefe hace algo que no te gusta. Y menos, cuando sabes la que se va a liar media hora más tarde.

A la calle. Por golfos. Y que los traigan más baratos.