jueves, 29 de octubre de 2009

El único animal que tropieza...

Hace unos meses acudí a uno de los accidentes de tráfico más vistosos que he podido grabar: en la autovía A-7, sentido Murcia, a la altura del castillo de Lorca, un camión impactó contra la base de un pórtico de señalización y volcó...



...pues anoche, en la autovía A-7, sentido Murcia, a la altura del castillo de Lorca... un camión impactó contra la base de un pórtico de señalización y volcó...




(nos lo comimos con patatas, nos enteramos siete horas más tarde)


Fijaos que en las fotos del primer accidente y en las del segundo se aprecia la torre principal del castillo, la Torre Alfonsina, es decir, que el entorno es el mismo, sólo que en un caso fue antes del túnel y en el otro después.
La pregunta es... ¿qué probabilidades hay de que en un tramo de 5 kilómetros se produzcan dos accidentes tan poco usuales? Que un coche vuelque es normal... que un camión arranque uno de esos pórticos no suele pasar... pero que dos camiones reproduzcan el mismo accidente en la misma zona... en fin, que la estadística falla...
Con respecto al segundo camión, fue un camión de la basura; su conductor salió despedido y acabó tendido en el asfalto, herido de gravedad, aunque por suerte ha salvado la vida.

domingo, 18 de octubre de 2009

Armonía arquitectónica


Un par de fotos que dan fe de la estupidez que suele acompañar al ladrillo.

Una casa preciosa, en un pueblo de Murcia. Recién coronada -véase la bandera nacional que suele acompañar al acto de llegar a la cima del edificio-. Estilo, armonía, buen gusto... todo en uno...



No es selección natural, no es adaptación darwinista al medio. Es que los dueños de esta fábrica no quisieron que los árboles les impidiesen ver la nave industrial. Impresionante.

Casas kitsch e industrias que embisten como el caballo de Atila. Así nos luce el pelo.

Por suerte, de vez en cuando nos encontramos con algún que otro caso de arquitectura no agresiva. Éste es el centro sociocultural "La Cárcel", de Totana. Un ejemplo de cómo rehabilitar un edificio, sin estropear la historia ni la estética.

sábado, 17 de octubre de 2009

Jugándose el cuello por nosotros



El pasado jueves se desbordó una de las ramblas que atraviesan Águilas. Hubo gente atrapada dentro de sus coches, y debajo de los aludes de barro... algunos coches, con gente en su interior, acabaron sumergidos en la bahía... la magnitud de la tragedia movilizó a Protección Civil, Cruz Roja, Bomberos, Guardia Civil, Policía Local, 112, e incluso a la Unidad Militar de Emergencias...

...afortunadamente, sólo se trató de un simulacro. Más de 200 profesionales de todo tipo, provenientes de Lorca, Puerto Lumbreras, Mazarrón, Murcia, y de la misma Águilas, aprendiendo a actuar en caso de catástrofe. Momento en el cual se jugarán la vida por nosotros.

La Unidad Militar del Ejército se encargó de encauzar la rambla desbordada. Instalaron diques y sacos terreros.









¿Qué decir de los Bomberos? Día a día se enfrentan a los mayores horrores, sin darse la mayor importancia. Durante el simulacro afianzaron un coche que estaba hundido en la rambla y se lanzaron al cauce, para rescatar a los pasajeros atrapados.






Socorristas acuáticos de la Cruz Roja rescataron a las personas que habían sido arrastradas hasta la bahía, y luego las evacuaron con ayuda del helicóptero del 112.





Bomberos, Cruz Roja, el Servicio de Emergencias Municipal (antigua Protección Civil)... aprendiendo a trabajar juntos.





El Puesto de Mando Avanzado (PMA). Este camión se traslada a los lugares donde hay emergencias, y desde su interior se coordina todo el operativo. El mes pasado lo vi trabajar de verdad en la evacuación de una urbanización, amenazada por el desbordamiento real de una rambla, en Los Alcázares, junto a Cartagena.


El simulacro duró toda una mañana. Ahora tocará repasar los fallos y ver lo que se puede hacer mejor. Y todo ello, para salvar nuestras vidas.

En cualquier momento...

No me cansaré de repetir que la carretera no es nuestra amiga; le pasa como al mar: puede parecernos muy bonita y apacible -no por sí misma, sino por los lugares a los que nos conduce-, pero en cualquier momento puede revolverse y poner en juego nuestra vida.

Este accidente se produjo ayer, a primera hora de la mañana, en una autovía de Murcia. El vehículo se estrelló contra la barrera de unas obras; barrera compuesta por elementos de plástico rellenos no de arena o de agua, sino de hormigón, precisamente para proteger la vida de los operarios de mantenimiento.

No había huellas de frenado, por lo que todo apunta a que pudo ser un despiste, un desvanecimiento o, sencillamente, que el conductor se quedó dormido. El coche, en vez de seguir la curva de la carretera, siguió recto, tropezó con un quitamiedos y de inmediato se fue contra la barrera que estaba cerrando el carril derecho.


El impacto fue brutal; el conductor resultó herido de gravedad. Al ser un modelo antiguo -es un Citroën ZX-, el coche no llevaba air-bag, por lo que no hubo nada que amortiguase el impacto contra el volante. Como el conductor iba dormido, o inconsciente, ni siquiera pudo protegerse segundos antes del choque...


Este otro siniestro se produjo a la salida de una de las pedanías de Lorca. El coche, que tenía poco más de un año de antigüedad, empezó a arder. El conductor sólo tuvo tiempo de echarlo al arcén y escapar, antes de que las llamas lo consumiesen por completo.


Lo extraño es que el motor está intacto; es decir, que el incendio se ha producido desde la parte central o posterior. El conductor comentó que había tenido un golpe -un alcance-, y que el coche llevaba un tiempo en el garaje, sólo que esa tarde decidió sacarlo un poco. Puede ser que el alcance le hubiera movido el tubo de escape, hasta ponerlo en contacto con alguna zona inflamable... o que los discos de frenado se hubieran quedado tocados, hasta sobrecalentarse, incluso que haya habido alguna fuga en el depósito de gasolina...

En cualquier caso... en cualquier momento podemos perder la vida. La carretera no es nuestra amiga; es un ser indiferente, a quien en el fondo le da igual que disfrutemos recorriéndola, o que nos quedemos tendidos en el asfalto.

sábado, 10 de octubre de 2009

¡Lo que inventan los hombres!

Mi abuela Pepucha, que en paz descanse, pronunciaba esta frase, con tono de suprema admiración, sin acabárselo de creer, cada vez que en el "parte" o en "la voz" (La voz de Galicia) contemplaba algún artilugio de aquéllos en los que las últimas décadas han sido tan pródigas. Por ejemplo, el Apolo XI, el AVE, el portaaeronaves Príncipe de Asturias o el Amstrad 6128 que se compró mi padre, con no sé cuántos tonos de color, por mencionar los más sonados. "Lo que inventan los hombres", decía, con un suspiro. Como se podrán imaginar, mi querida abuela, nacida en los años de la I Guerra Mundial, excluía de su asombro a las mujeres, que a su mente no eran más -ni menos- que la mitad fregoteante y amamantadora de la Humanidad.

Me ha venido a la mente esta frase tan suya, al ver estos dos ingenios. Las dos fotos están hechas en Águilas, este mismo mes.

Esta estampa resultará muy familiar a aquéllos que tengan la suerte de vivir junto a un puerto pesquero. Una grúa de pórtico, transportando a tierra a un barco para que le hagan alguna revisión. No deja de ser espectacular. Y hermoso. Y paradójico: un barco capaz de recorrer millas y millas, pero que sería incapaz de adentrarse un solo centímetro en tierra firme, en el variado y movido mundo terrestre. Y al contrario, una maquinaria capaz de partir un camión en dos, al que sólo harían falta treinta o cuarenta centímetros de aguas mansas para que volcase y se quedase paralizada para siempre... Dos universos que de vez en cuando logran cogerse de la mano muy fugazmente.

A pocos kilómetros, o millas, de distancia, otra muestra de la tenacidad humana: una excavadora, subida en una balsa gigantesca, arañando tierra de la boca de una rambla. Es el inicio de la desaladora de Águilas-Guadalentín, la toma de agua salada que -otra proeza- se convertirá en agua dulce, apta para beber.

Por cierto, que los conductores de estas máquinas se merecen sendos olés. Hay que tener mucha inteligencia para ser capaz de elevar y transportar una barca entre dos bridas, o para mantener el equilibrio de una excavadora cargada de tierra, que se balancea encima de un superflotador. En fin, ya quedó dicho: "¡Lo que inventan los hombres!" Y las mujeres, ahora que por fin se las deja ir más allá de la escoba y del pañal.

sábado, 3 de octubre de 2009

A. E. I. O. U.

A.E.I.O.U. son las siglas de Anti Español Idiota Orgulloso y Ultra. Los estamos viendo salir de sus cuevas, ahora que España ha perdido las Olimpiadas de 2016, diciendo que se alegran de que el evento haya recaído en un país del otro lado del mundo. Ayer mismo, en el Facebook, a los diez minutos de saberse que los juegos se habían ido al Brasil, el amigo de un amigo dejó escrito en su muro un Uffff... menys mal!! ("¡Uf, menos mal!"), para que todos viéramos que para él, la alegría, la esperanza y el trabajo de tantos millones de españoles estaba suponiendo un suplicio.

Uno de los tópicos que el Facebook está destruyendo es aquella presunción de que los amigos de mis amigos tienen que ser necesariamente mis amigos; en mi caso, algunos de los más entrañables tienen en su agenda a auténticos imbéciles, como éste de Barcelona, que a renglón seguido añadía que iba a celebrarlo tomándose una caipirinya. Lo escribió así, con el dígrafo NY que en catalán equivale a la eñe, y que en portugués -en gallego no, por favor- debería escribirse como NH. Vamos, que el tío lo más seguro es que no sepa ni siquiera dónde está Río de Janeiro. Lo único que sabe es que los madrileños se han jodido, algo que para él debe de ser una auténtica alegría.

Los amigos de mis amigos no tienen por qué ser amigos míos, pero para muchos idiotas, y en especial para la variedad AEIOU, los enemigos de sus enemigos acaban siendo sus amiguitos del alma, como diría Paco Armani, digo Camps. Desde siempre se ha destacado el buen rollo que hay entre las aficiones del Barça y la Real Sociedad; una simpatía que nunca he acabado de entender, ya que nada hay en común entre Cataluña y el País Vasco; entre esa sociedad ilustrada de comerciantes enriquecidos, laica, progresista y centrada en una megalópolis europeizante... y esa otra sociedad cerrada en sí misma, conservadora, religiosa, arraigada en el campo y formada por trabajadores encallecidos. Nada une a Cataluña y Euskadi, si no es el elevadísimo porcentaje de inmigrantes andaluces, gallegos, castellanos, murcianos que han sacado sus fábricas adelante, y el odio que algunos de sus elementos profesan hacia "Madrid".

Las elecciones europeas nos dan otro ejemplo de hermandad forjada gracias al enemigo común: esos partidos nacionalistas vascos, catalanes, asturianos, extremeños, valencianos, gallegos, aragoneses, los unos con la estrella roja -ese digno símbolo al que han vaciado de significado de tanto emplearlo en vano-, los otros con el plácet de su iglesia regional. Unos tienen al Che, otros a monseñor Setién, pero a todos ellos les une el odio hacia los españoles. Y luego se presentan juntos a unas elecciones cuyo objetivo último es eliminar las distinciones entre portugueses y lituanos.

Volviendo al idiota que iba a regar el serrín de su mollera a base de caipiriñas, él se alegraba no de las sonrisas de los cariocas, sino de la decepción y las lágrimas de los "madrileños", entendiendo como tales a todos aquellos que se sienten -nos sentimos- cómodos y orgullosos cuando decimos que somos españoles. Que no quiere decir que nos consideremos mejores, más inteligentes o más guapos que los franceses, los portugueses, los yanquis o los bielorrusos; simplemente, que hemos nacido en España, y que, aunque no nos guste el deporte, para que se vaya a otro sitio, que se quede aquí. El mismo sentimiento que nos llevó a apoyar a Barcelona en 1992, nos ha llevado ahora a apoyar a Madrid en 2016. En cambio, un Anti Español Idiota Orgulloso y Ultra siempre se quedará con el otro país. Sin darse cuenta de que a él, en Río de Janeiro, Chicago o Tokyo, le meterán en el mismo saco que al madrileño, el huertano, el sevillano o el de Ferrol. Sin duda hay más diferencias, y muchísimos más agravios históricos, entre el urbanita de tez blanca, hijo de portugueses de Brasilia, el negro de la periferia de Sâo Paulo o el guaraní del Mato Grosso, que la que puede haber entre el facebookero de Aluche o del barrio de Gràcia. Entre el Manzanares y el Llobregat hay poco más de 600 kilómetros; entre Manaos y Río de Janeiro, cerca de 4.500. Y no me cabe duda de que todo Brasil ha sido un clamor, desde los meandros del Amazonas hasta los ríos de asfalto de sus grandes ciudades, al enterarse de que una de sus ciudades se iba a llevar las Olimpiadas.

He comenzado el párrafo anterior llamando idiota al amigo de mi amigo que sentía un gran alivio por que las olimpiadas se fueran a marchar del país al que, le guste o no le guste, pertenece. A mí no me gusta insultar de manera gratuita, de manera que les diré: esos antiespañoles son orgullosos porque se creen que pertenecen a una raza, o etnia, o secta, superior. En Cataluña y Valencia hay toda una serie de refranes y frases hechas que lo demuestran. Castellà, si no te l'ha feta, te la farà ("El castellano, si aún no te la ha hecho, ya te la hará"). De Ponent, ni gent ni vent ("De Poniente, ni gente, ni viento"). En fin, algunas perlas para las que en el resto de España no tenemos equivalente, porque yo no conozco ningún refrán castellano que se meta con los catalanes ni con los vascos, no siendo los chistes con los tópicos, que por otro lado están repartidos entre todos los lugares de nuestro país, y si no, que se lo digan a los de Lepe. Esos antiespañoles son ultras, porque se sienten más cercanos al currante de Río de Janeiro, al mestizo de cultura amazónica o a la mulata que baila samba (bendita cercanía en este caso), que al españolito de la provincia de al lado, con el que comparte no sólo la cultura, sino el pasado colectivo, las preocupaciones por la crisis y seguro que algún González, un López o un García en las cuatro generaciones anteriores.

Y esos antiespañoles son idiotas, porque unos juegos olímpicos repercuten no sólo en la ciudad escogida como sede, sino en el circuito económico más próximo, un circuito que, hoy por hoy, se rige por fronteras estatales. Barcelona 92 dejó su huella en toda Cataluña, en Valencia, en Andalucía y en Madrid, en forma de turistas que un día se cogieron el AVE o el avión, para conocer otras partes de España; de empresarios que aprovecharon la cita olímpica para explorar nuevos mercados; de profesionales liberales que decidieron arraigar cerca de Barcelona, esto es, en Zaragoza, en Alicante o en Getafe. De la misma manera, Río de Janeiro 2016 no va a suponer ningún beneficio para España, mientras que Madrid 2016 nos habría convertido en punto de encuentro mundial durante unos meses, y algún que otro dólar, o yen, o libra esterlina, o euro con el hexágono de Francia, se habría quedado cerca del Guggenheim, de la Torre del Oro o del Parc Güell.

Por eso hay que ser idiota para viajar en una balsa, y alegrarse porque el único remo que se ha quedado a flote se vaya a ir a la balsa de al lado. Aunque te sientas diferente, y por supuesto superior, a los que están compartiendo la misma suerte que tú.

En fin, el amigo de mi amigo se pasó semanas enteras soñando conque su Barça ganase la Copa del Rey de España; luego se sentó en un estadio, enfrente de los que llevaban semanas soñando conque el Atlétic de Bilbao ganase la Copa del Rey de España. Luego unos y otros se dejaron los mofletes en carne viva, silbándole al himno que para muchos de nosotros representa algo importante, y por fin se pasaron los noventa minutos siguientes esperando que sus fichajes senegaleses, o polacos, o británicos, o de las islas Seychelles, le dieran a su nación sin estado, o a su estado libre asociado, la Copa de Su Majestad el Rey. Claro que a lo mejor van por ahí los tiros, tal vez los AEIOU se han alegrado de que los juegos olímpicos se hayan ido a Río de Janeiro, porque sus mayores referentes, los mitos que hacen grande a su país, ese Ronaldo, ese Romario, ese Ronaldinho -o Ronaldinyo- han venido, precisamente, de Brasil. En fin, como dice ese catalán universal, ese gitano Peret: A, E, I, O, U... borriquito como tú...

El Reloj de las Muertes Violentas

Recuerdo la Cibeles abarrotada de gente, todos aquellos rascacielos con sus ventanas gemelas llenas de curiosos y un destaca­mento de policías que no daba abasto para controlar a la multitud: porque allí había doscien­tas o tres­cien­tas mil perso­nas, que miraban todas hacia un mismo punto, hacia arri­ba, hacia un inmen­so panel negro, con números rojos que cambiaban cons­tantemente, y cada número es un muerto.

Aún me parece estar viendo el gran cartel que tapa los ventanales de la última planta, que ha costado dos millones de euros y que tiene varios le­treros encima de las cifras rojas: el primero es la marca comercial que se verá por todo el mundo, por todas las tele­visiones e Internet; el segundo es la explicación o la justificación del despliegue: "EL RELOJ DE LAS MUER­TES VIO­LENTAS". El tercero es la fecha de aquel día, "29 de FEBRERO".

El obrero que aquella mañana había cambiado a mano el tercer letrero del Reloj de la Muerte era hijo del muerto violento número 9.398.762, pero eso no le había impedido cumplir diariamente con su función de cambiar los paneles con la fecha. Su padre era el viudo de 7.003.319, atropellada por un conductor borra­cho que fue el 7.003.320, porque después de decapitarla se estampó contra un kiosco de prensa. El encargado del mantenimiento del reloj, que a esas horas de la tarde se disponía a vivir como todos noso­tros un momento histórico, no llegó nunca a saber que tan sólo un mes más tarde él iba a convertirse en el muerto violento número 10.­000­.112. Lo maté yo mismo.

Las ocho cifras cambiaban, siguen cambiando hoy, veloz­mente. La prime­ra de la derecha a veces parpadeaba y se saltaba algu­nos números, cuando había varias víctimas que se disputaban la preferencia: del 9.999.102 al 9.999­.105 (un hombre con su fami­lia se salta un stop); del 9.999­.234 al 9.999.238 (un ex poli­cía borracho entra en un bar pistola en mano); del 9.999.­389 al 9.999.415 (al conductor de un autobús escolar le llama por el móvil su cuñado para ir juntos a la revisión del coche)...

Había gente que llevaba varios días reunida en la plaza, desde la mágica aparición del quinto nueve del reloj, el número 9.999.900. La gente de a pie, los periodistas, incluso algún político campechano, llevan mucho tiempo llamando "la Taxista" a la terminación 900, porque el muerto violento número 8.543.900 fue una mujer taxista que murió en un atraco en Aluche. Por similares razones, se llama el Gasó­leo a las cifras 888, el Autocar del Ciego al 4.567, la Puta al 112 y la Mujer del Alcalde al 263­.

La Taxista apareció en el panel el día 24 de febre­ro, de madrugada. Sus compañeros del gremio, también los autobuse­ros, lo recibieron con emoción, tocan­do el claxon y con el puño en alto. El 25 apare­cieron los prime­ros capicúas, 909, 919, ambos el mismo día, y la opinión pública empezó a emocionarse viendo que estaban a punto de llegar los diez millones, el número 1 del primer panel empezando por la izquierda, el de las decenas de millón. El 27 de febrero, al mediodía, la multitud cada vez más numerosa saludó a los Dos Patitos (un adelantamiento en cambio de rasante, murió un niño de diez años) con un atro­nador y alegre "cua-cua"; dos horas más tarde, los más devotos estaban rezando un discreto padrenuestro por la Edad de Cris­to. El día 28, a esa misma hora, un parrici­dio múlti­ple (un hombre mató a su ex esposa, a sus dos hijos y luego se pegó un tiro) avanzó el Reloj del 967 al 971, privando a los más jóvenes del jolgorio que siempre provo­ca la aparición del 69. El chasco no impi­dió que siete estu­diantes de Arte Dramático, venidos ex profeso desde Barcelona, se desnudaran en plena avenida y escenificaran la cifra (9.999.969) ante miles de curio­sos, hasta que fueron detenidos por una pareja de policías.

Aquella misma noche, un grupo venido de Aragón repartió puros entre la muchedumbre cuando salió el 978, el antiguo prefijo de los teléfonos de Teruel, para recordar que su provincia también exis­te; curiosamente, el 978 había sido una chica de Zaragoza...

A la mañana si­guien­te, día 29 de febrero, uno de los doscientos mil congregados, un ancia­no que llevaba más de treinta y seis horas de pie en la plaza, feliz por estar rodeado de tanta gente, sintió un extraño dolor en el pecho mientras animaba al 988 con gritos de "cho-cho", y fue reti­rado en camilla mientras se esforzaba por ver aparecer su propio número en el panel. El sexto nueve, que dio la muerte violenta número 9.999.990, apareció a las cinco menos cuarto de la tarde. En ese momento, el extremo izquierdo del panel se iluminó levemente: estimuladas por un sensor, como los cuentakilómetros de los coches, las bombillas de la decena de millón se estaban preparan­do para encenderse por primera vez.

Instigadas por un impulso parecido, las cadenas de televisión conectaron sus equipos en directo, mientras los políticos se ajustaron las corbatas y prepararon sus discursos. El partido de la oposición tenía que lamentar profunda­mente la llegada del muerto violento número diez millones, fruto de la mani­fies­ta incapacidad del Gobierno a la hora de atajar la delincuencia. Por su parte, el partido en el poder iba a desta­car que la misión del Reloj era concien­ciar a los ciudada­nos sobre la necesidad de poner todos un poquito de nuestra parte para disminuir la violen­cia y hacer reflexio­nar a la sociedad, e iba a comparar las menos de novecientas mil muertes violentas ocurridas durante su mandato con las más de un millón que se habían produci­do, en idéntico perío­do de tiempo, durante el mandato del partido de la oposición.

A las cinco menos diez apareció el 1 que señalaba la muerte vio­lenta número 9.999.991. Dos minutos más tarde apareció el 992, y de inmediato el 993. El 994 se hizo esperar hasta las cinco y siete minutos, para cons­terna­ción de las cadenas de televisión, que pagaban cien euros por cada minuto de conexión vía saté­lite. Afor­tunada­mente para ellas, del 994 se saltó al 996 por el vuelco de un camión en una carretera perdida de Jaén.

El posible salto del 999 al 001, sin pasar previamente por el número 10.000.000, había sido previsto dos meses antes por el Comité de Expertos del Reloj, un grupo de informáticos que habían obedecido las demandas de los más interesados en que ninguna muerte de más les estropease la función: los políti­cos ávidos de momentos históricos, las cadenas de televi­sión que querían rentabili­zar el alquiler de los satélites, y la empre­sa de segu­ros que se anuncia­ría por todo el país en el preciso ins­tante en que se vieran, redondos, todos los ceros. Por ello, el Comité había decidido congelar la pantalla durante cuatro minutos, en el preciso instante en que se computaran las decenas de millón.

El 996 apareció a las cinco y ocho minutos y fue recibido con aplausos. Éstos se convirtieron en auténticos aullidos unos segundos después, cuando apareció el 997; el 998 salió a las cinco y once... y, por fin, a las cinco y trece minutos del 29 de febrero, el Reloj de las Muertes Violentas se convirtió en un muestra­rio de nueves: 9.999.999. Diez millones de muertes, menos una, desde el día en que la Administración decidió colgar en la plaza más conocida de Madrid un gigantesco reloj para concienciar a los ciudadanos. Al menos ésta había sido la intención original. Luego llegaron la propaganda y la frivolidad.

La muchedumbre aguan­tó varios minutos con la mirada fija en los siete nueves, sin atre­verse a pestañear. Fueron las cinco y cuarto, luego las cinco y veinte, y la pantalla permane­ció inmóvil, ajena a las ansias de todos. Llevá­bamos apenas diez minutos sin ninguna muerte violenta, y la muchedumbre empezaba a impa­cientarse. A las cinco y veintiuno, el encar­gado comprobó, temblo­ro­so, que todos los sensores funciona­ban correctamen­te, pero a las cinco y veintiocho la bolsa de Wall Street anunció una levísima bajada de las accio­nes de la empresa que había fabricado el panel. Fue entonces cuando un político muy destacado -nunca se ha llegado a saber quién fue- sugirió a gritos a uno de sus chupatintas que le pidiera la pistola al oficial más cercano y se sacri­ficara él, o sacrificara a alguien, por la causa.

Pero en aquel momento, exactamente a las cinco y media de la tarde, el médico de guardia entró en la sala de urgencias y nos dijo en voz muy baja que nuestra niña no había superado el atro­pello. Instantes después, la televisión de la sala retrans­mitió el cambio de marcador. Y yo vi vuestras caras, oí vuestros gritos de alegría salvaje e irracional. Hasta el médico sonrió, inconscientemente. Claro que la noche después del entierro, cuando pude reaccionar, el médico se convirtió en el muerto violento número 10.000.010. Y en cuanto a vosotros, lo único que sé es que voy a hacer todo lo posible para que ese diez millones que tanto me recuerda a mi niña se convierta cuanto antes en un veinte. Y luego, en un treinta.

jueves, 1 de octubre de 2009

¿Podría haberse evitado?

Bastaron dos días de lluvia -bastante fuerte, por otro lado- para que buena parte del Sudeste español volviera a quedar bajo las aguas. Calles y casas inundadas, carreteras cortadas, puentes destruidos, campos anegados... parece que en esta parte de España sólo tenemos dos climas: los 45º que ya son habituales cada verano, y los 200 litros por metro cuadrado que se alcanzan tan pronto se amontonan varias nubes.

La pedanía de Puerto de Mazarrón, en Mazarrón, tiene algunos sectores que están edificados prácticamente ganándole terreno al mar, sobre lo que en otros tiempos fueron saladares. La zona de Bahía es uno de ellos. Cada vez que cae una lluvia medianamente fuerte, se pueden ver imágenes como éstas durante varios días...



No es el mar, son campos desaparecidos bajo las aguas en Puerto de Mazarrón

Otra de las zonas que se ve muy afectada por las aguas es Totana. Cada vez que hay tormenta, los campos aparecen inundados. Debe de ser porque es una zona muy llana, y tal vez porque se ha cortado el paso a más de una rambla. Por ejemplo, esta carretera, que comunica con la zona de El Raiguero, ha permanecido cerrada al tráfico durante una semana, y de hecho tuvo que ser vaciada de agua con ayuda de una excavadora. La causa -según los vecinos- es que la rambla de Lébor, que pasa al lado, desagua justamente aquí, entre los bancales. Se le ha cerrado el paso, y el agua SIEMPRE se abre camino...

En Cartagena tuvo que intervenir hasta el Ejército. La rambla del Albujón, en el límite entre la ciudad y Los Alcázares, empezó a subir a un ritmo de un metro por hora. En un momento dado, la rambla traza un codo. Sin duda se trata de un desvío artificial, ya que no es la primera vez que se desborda. La consecuencia inmediata fue la evacuación de una urbanización entera, cuyas casas quedaron de repente dentro de la rambla...


La zona de El Porvenir, en la pedanía lorquina de La Hoya, también se inunda por sistema cuando cae una tormenta. Es un área llana, al pie de unas colinas. Los vecinos se quejan de que muchas pequeñas ramblas desaguan directamente sobre el asfalto de la carretera...



En fin, compaginar Naturaleza y civilización siempre es un problema... mucho más en aquellas zonas, como nuestra costa mediterránea, en la que se ha querido someter a la Naturaleza a las exigencias de una urbanización demasiadas veces desmedida. Como siempre, las ventajas, en forma de millones, para los que se beneficiaron de la construcción exacerbada, y los inconvenientes, incluso la muerte, para todos los demás.