lunes, 10 de agosto de 2009

La vida es así

Hay días en que uno se levanta con muy mal sabor de boca, viendo lo frágiles que somos y lo precaria que es, en el fondo, la felicidad que nos hemos ganado a pulso o que nos ha venido de rebote.

Me ha dolido mucho la muerte del capitán del club de fútbol R.C.D. Espanyol, Dani Jarque. Un hombre de 26 años, al que acababan de nombrar capitán del equipo de sus sueños, recién estrenado el nuevo estadio del club, que tenía a su mujer embarazada de ocho meses... y de repente, hablando con ella por teléfono, sin duda comentando las últimas pataditas del niño, o los últimos regalos en forma de camiseta o de babero... se va todo a la mierda, porque no se puede decir de otra manera, le da un ataque al corazón y se queda en el sitio. Una viuda, un huérfano, un hombre que hace pocos días concedía su primera entrevista como capitán y que esta misma semana se habrá convertido en una urna llena de ceniza.

Este tipo de muertes me recuerda, me recordará siempre, el trágico final de una familia que estuvo a punto de ser la mía, que de hecho lo fue durante algunos años. El día antes de Reyes, mis suegros invitan a cenar a la novia de su hijo, para conocerla. Delante de su mejor vajilla, con una de esas cenas típicas del Cantábrico que tanto apetecen en invierno, se juntan los anfitriones, su hija con el futuro yerno, el hijo, la novia recién entrada en la familia... pasan una noche entrañable, comiendo, charlando, brindando, hablando de los regalos de Reyes... después de medianoche, el dueño de la casa, un hombrón de cincuenta y tantos años que a base de mucho sudor había conseguido sacar adelante a los suyos, se despide y sube a su habitación a acostarse, deseándonos buenas noches. A las siete de la mañana sus vecinos y yo bajábamos su cuerpo hasta el furgón del tanatorio. A los tres años le acompañaba su hijo mayor, muerto del mismo mal, un maldito aneurisma, dejando atrás a su novia y al chalet que se estaban construyendo muro con muro del que construyó su difunto padre con sus propias manos.

Sigo con dos retazos de la prensa. Una familia va a pasar un domingo de playa en la barca del abuelo; éste mueve la embarcación para alejarla de la familia, y con la hélice mata a su nieta preferida, de cinco años. Un matrimonio está desayunando en Baleares, disfrutando de las vacaciones, cuando un delincuente habitual coge una furgoneta de reparto, porque sí, porque la tenía delante con el motor encendido, pisa los pedales y la estampa contra la mesa en la que la pareja está acabando su desayuno, matando al marido.

En fin, no me apetece amargarles el lunes, pero no todo va a ser hablar de cine y criticar a los políticos. Saquen las conclusiones, el consuelo, que les parezca más adecuado. Carpe díem, es decir, aprovechar los buenos momentos, o recordar que en el fondo este mundo no es más que la antesala de otro en el que nunca pasará nada malo. Yo, por suerte, tengo salud, hay un puesto de trabajo más o menos fijo que me espera cada lunes, y una familia que está creciendo. No tengo derecho a quejarme; pero, tal vez por eso mismo, hoy no puedo dejar de pensar en la viuda embarazada del capitán del Espanyol, o en los padres de la niña muerta en la barca de su abuelo.

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