domingo, 28 de junio de 2009

Será por raíces

Hay gente que nace, pasa la vida y muere en un mismo lugar. Nuestra sociedad ya no permite hazañas como morir a los noventa años en la cama en la que tus padres te engendraron, aunque algún caso queda entre los ancianos, pero hay gente de treinta, cuarenta años, que ha hecho su vida en el mismo pueblo. Colegio, instituto, una pausa en la universidad de la ciudad más cercana, luego un trabajo en la misma comarca, la casa no demasiado lejos de la de los padres y los suegros, el colegio de los hijos...

Es una opción.

A mí no me ha pasado eso. Mi mujer y yo no tenemos raíces sólidas en ningún lugar, pero a cambio tenemos innumerables zarcillos que nos permiten estar a gusto en media docena de lugares. Que en mi caso, y por el momento, son Valdoviño, Madrid, San Juan de Alicante, Barcelona, Valencia o Lorca. En cada uno de estos lugares he pasado buenos momentos, en todos mantengo uno o dos amigos, y por lo menos una cama en la que alojarme en caso de necesidad. Todos han tenido su etapa, y a todos los recuerdo con cariño.

Una de mis raíces más queridas es la de Galicia. Mi padre, mis abuelos y mis bisabuelos nacieron en Ferrol, que en otros tiempos fue una ciudad muy importante, gracias a los astilleros y a los militares. Una ciudad de aluvión, como tantas otras. Entre mis antepasados ferrolanos, además de gallegos de pura cepa, hay dos valencianos, dos vascos, una cántabra... que se sumaron a los madrileños, segovianos y alcarreños de mi familia materna... a los que luego mis padres añadieron mi crianza en Alicante... un batiburrillo al que luego yo he ido añadiendo mis propias decisiones.

Y luego multiplicadlo por dos, ya que mi mujer también proviene de mestizos: gallegos, madrileños, un abuelo portugués, una temporada en Cádiz, otra en Valencia, otra en Tarragona... vamos, que cuando nos preguntan de dónde somos, yo a veces me defino como nacido en Madrid, otras veces digo que me he criado en Alicante, otras que mi familia es gallega... en fin, que ando por España con media docena de pasaportes, como James Bond.

La abuela de mi mujer vive muy cerca de esa maravilla natural que es la Playa de las Catedrales, en la costa de Lugo. He querido aprovechar para colgar una foto de ese personaje que nos acompaña en nuestras aventuras, y que ya tardaba en salir. Flat Eric, ese mono amarillo que también tiene su propia biografía, desde que mi esposa lo comprase por un euro en un mercadillo de segunda mano en Tarragona. Ahora afirma que es Abogado y Conductor de maquinaria pesada. Es un borracho y un putero, pero al final le hemos cogido cierto cariño... aquí le tenemos, disfrutando de unas merecidas vacaciones después de un año entero dando por saco.





Estos otros acantilados ya tienen menos gracia, aunque son realmente bonitos. Están en una de las parroquias de Valdoviño, donde mi familia estuvo instalada entre el siglo XIX y el año pasado, cuando tuve que vaciar la casa de mi difunta abuela con gran dolor de mi corazón. Pero las cuentas no cuadraban, la casa estaba alquilada... en fin, tener una casa propia en mi aldea hoy por hoy es una utopía. Queda pendiente para el futuro...


Y las rías, fenómenos típicos de Galicia. La fuerza de las mareas convierte los últimos tramos de los ríos en tierra de nadie, donde hay bahías o cenagales dependiendo del momento del día. Un fenómeno que sólo tiene equivalente en los fiordos escandinavos, tramos finales de glaciares compartidos con el mar. Ésta es la ría de Cerdido, un pueblo ubicado al norte de Valdoviño.



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