sábado, 10 de octubre de 2009

¡Lo que inventan los hombres!

Mi abuela Pepucha, que en paz descanse, pronunciaba esta frase, con tono de suprema admiración, sin acabárselo de creer, cada vez que en el "parte" o en "la voz" (La voz de Galicia) contemplaba algún artilugio de aquéllos en los que las últimas décadas han sido tan pródigas. Por ejemplo, el Apolo XI, el AVE, el portaaeronaves Príncipe de Asturias o el Amstrad 6128 que se compró mi padre, con no sé cuántos tonos de color, por mencionar los más sonados. "Lo que inventan los hombres", decía, con un suspiro. Como se podrán imaginar, mi querida abuela, nacida en los años de la I Guerra Mundial, excluía de su asombro a las mujeres, que a su mente no eran más -ni menos- que la mitad fregoteante y amamantadora de la Humanidad.

Me ha venido a la mente esta frase tan suya, al ver estos dos ingenios. Las dos fotos están hechas en Águilas, este mismo mes.

Esta estampa resultará muy familiar a aquéllos que tengan la suerte de vivir junto a un puerto pesquero. Una grúa de pórtico, transportando a tierra a un barco para que le hagan alguna revisión. No deja de ser espectacular. Y hermoso. Y paradójico: un barco capaz de recorrer millas y millas, pero que sería incapaz de adentrarse un solo centímetro en tierra firme, en el variado y movido mundo terrestre. Y al contrario, una maquinaria capaz de partir un camión en dos, al que sólo harían falta treinta o cuarenta centímetros de aguas mansas para que volcase y se quedase paralizada para siempre... Dos universos que de vez en cuando logran cogerse de la mano muy fugazmente.

A pocos kilómetros, o millas, de distancia, otra muestra de la tenacidad humana: una excavadora, subida en una balsa gigantesca, arañando tierra de la boca de una rambla. Es el inicio de la desaladora de Águilas-Guadalentín, la toma de agua salada que -otra proeza- se convertirá en agua dulce, apta para beber.

Por cierto, que los conductores de estas máquinas se merecen sendos olés. Hay que tener mucha inteligencia para ser capaz de elevar y transportar una barca entre dos bridas, o para mantener el equilibrio de una excavadora cargada de tierra, que se balancea encima de un superflotador. En fin, ya quedó dicho: "¡Lo que inventan los hombres!" Y las mujeres, ahora que por fin se las deja ir más allá de la escoba y del pañal.

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